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Comparación de los perfiles victimológicos en una muestra de mujeres agredidas sexualmente antes o después de los 20 años de edad

Comparison of two Victimology Profiles in a Sample of Sexually Assaulted Women Before or After Twenty Years Old

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JF. Lozano Oyola1, M. Gómez de Terreros Guardiola2, I. Avilés Carvajal3, A. Sepúlveda García de la Torre4

1Licenciado en Psicología. Doctor por la Universidad de Sevilla. Profesor Titular del Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológicos. Universidad de Sevilla.
2Licenciada en Psicología. Psicóloga Clínica. Doctora por la Universidad de Sevilla. Profesora Titular del Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológicos. Universidad de Sevilla.
3Licenciada en Psicología. Doctora por la Universidad de Sevilla. Asistente Honoraria del Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológicos. Universidad de Sevilla.
4Licenciada en Medicina. Médico Forense. Doctora por la Universidad de Sevilla. Instituto de Medicina Legal de Sevilla.

Cuad Med Forense 2016;22(1-2):30-39

Recibido: 03 de Mayo de 2016; Aprobado: 27 de Septiembre de 2016

Resumen


El presente trabajo analiza el grave problema de la violencia sexual ejercida sobre las mujeres en función del momento vital en que tuvo lugar dicha violencia, y de un amplio número de variables sociodemográficas que nos permiten ofrecer una descripción del perfil de las víctimas y de las condiciones que probabilizan dicha victimización. Se realizó un estudio observacional, de cohorte retrospectivo, con una muestra de mujeres que acudieron a la Asociación de Mujeres Víctimas de Agresiones Sexuales (AMUVI) y declararon haber sufrido violencia sexual. Se les aplicó una entrevista elaborada para el caso que recogía información de diferentes variables, existiendo diferencias significativas en función de la edad a la que fueron agredidas. Los resultados obtenidos en cuanto a la frecuencia de la violencia sexual, el nivel socioeconómico de la víctima, la relación víctima-agresor, la diferencia de edad entre ellos, el tiempo transcurrido desde la primera agresión, las estrategias utilizadas por el agresor, el apoyo familiar y las consecuencias físicas, sugieren la existencia de dos perfiles de víctimas. Este hallazgo permitirá mejorar la calidad de los programas de prevención a mujeres víctimas de violencia sexual.

Palabras clave: Violencia sexual. Mujeres. Perfil sociodemográfico. Consecuencias psicológicas. Victimización.

Abstract


This paper discusses the serious problem of sexual violence on women depending on at what point in his life it took place and depending on a wide number of demographic variables that allow to provide a description of the profile of the victims and the conditions that make more likely that victimization. An observational retrospective cohort was conducted. For this purpose, we elaborated an interview where we asked about different variables that were answered by sample of women attending the Association of Women Victims of Sexual Assault to declare that they had suffered sexual violence. They did an interview with some variables: frequency of sexual violence suffered, socioeconomic status of the victim, relationship with the perpetrator, age difference between the victim and the aggressor, time since sexual violence happened, strategies used by the perpetrator or family support received. The conclusions suggest the existence of two profiles, and these profiles can be used to improved the quality of the prevention programs for women victims of sexual violence.

Key words: Sexual violence. Women. Socio-demographic profile. Psychological consequences. Victimization.

Introducción

La violencia sexual es un grave problema, tanto por su frecuencia como por su compleja repercusión en la salud de las víctimas. Se enmarca dentro de la violencia de género, reconocida en 1995 por la Organización de las Naciones Unidas1 como un obstáculo para la igualdad, el desarrollo y la paz, y una grave limitación de los derechos humanos y las libertades fundamentales.

Se considera violencia sexual cualquier tipo de actividad sexual cometida contra el deseo y la voluntad de una persona, utilizando fuerza, amenaza, intimidación, engaño o coacción, cuando la víctima no tenga la capacidad de consentir debido a su edad, deficiencia, enfermedad o por influencia del alcohol y las drogas2.

Existen diversas definiciones de abuso sexual infantil de acuerdo con el enfoque jurídico, psicológico, social o cultural que se utilice. Según la Asociación Andaluza para la Defensa de la Infancia y la Prevención del Maltrato Infantil (ADIMA), es cualquier clase de contacto sexual con un menor de 18 años por parte de un familiar/tutor/adulto, desde una posición de poder o autoridad sobre el niño3. López4 calificó de abusiva cualquier relación sexual en la que exista una gran diferencia de edad y/o coerción (física o psicológica), entendida como presión o engaño para desarrollar dicho acto.

Allard-Dansereau, Haey, Hamane y Bonnin establecieron que los abusos sexuales cometidos por adolescentes menores de 19 años eran más graves y tenían un mayor índice de penetración y de violencia física5. Otros estudios señalaron que las agresiones perpetradas por menores eran principalmente de tipo puntual, mientras que los abusos reiterados eran realizados por adultos6. Por otro lado, las niñas son con mucha más frecuencia abusadas sexualmente que los niños, en concreto unas cuatro veces más7.

En cuanto a la relación con el agresor, los abusos más graves, duraderos y con más violencia física o amenazas solían ser cometidos por agresores intrafamiliares8, especialmente padre o padrastro, y son los que dejan mayores secuelas psicológicas9. En este sentido, Echeburúa y De Corral10 señalaron que los abusos realizados por familiares o personas del entorno cercano a la víctima eran más duraderos, los actos sexuales solían ser contactos bucogenitales, y la penetración (sin otras conductas violentas) se producía cuando la niña alcanzaba la pubertad. Por otra parte, en el caso de agresores desconocidos, el abuso sucedía en ocasiones aisladas y la violencia asociada al acto sexual era más frecuente (aunque menor que en el caso de las adultas).

Además de estas consideraciones, desde el punto de vista psicológico es factible pensar que la experimentación de más de una forma de violencia y el que sea perpetrada por más de un agresor tiene mayores efectos perjudiciales sobre la salud mental de las víctimas, debido a que estas variables interactuarían en el tiempo11,12.

Por último, en cuanto a las diferencias según la edad de la víctima en el momento en que se perpetran los actos abusivos, Pereda5 concluyó que cuando la agresión se iniciaba antes de los 13 años, el autor solía ser una persona del entorno cercano a la víctima y al menos 5 años mayor que esta, existiendo un alto porcentaje de penetración y ausencia de lesiones graves. Sin embargo, cuando el abuso se iniciaba entre los 13 y los 18 años aumentaba la frecuencia de agresores desconocidos, que empleaban más fuerza y violencia, y existía un menor índice de penetración (posiblemente por el riesgo de embarazo y las capacidades físicas para defenderse de las víctimas de mayor edad). En base a todo esto, se establecen los objetivos de conocer las características sociodemográficas de una muestra de mujeres agredidas sexualmente en función del momento en que se produjo la victimización (antes o después de los 20 años), y conocer las variables relativas a la violencia sexual en función de dicho momento.

Material y métodos

Participantes

La población objeto del estudio está formada por mujeres mayores de 16 años procedentes de Sevilla (capital y provincia), que declararon en la Asociación de Mujeres Víctimas de Agresiones Sexuales (AMUVI) haber sufrido violencia sexual en algún momento de su vida, ya sea de forma puntual o reiterada, y dieron su consentimiento informado para realizar voluntariamente esta investigación. Dicha asociación desarrolla diferentes programas de asistencia jurídica y psicológica para mujeres víctimas de violencia sexual en Andalucía, así como diversos proyectos de
prevención, sensibilización y divulgación6. La muestra se obtuvo de manera intencional excluyendo las afectadas por enfermedades médicas, uso o abuso de sustancias, que hubieran padecido alguna vez trastornos psicológicos o hubiesen estado expuestas a fenómenos estresantes en los 3 años previos al momento de la evaluación (criterios de exclusión).

El resultado fue de 61 mujeres, de edades entre 16 y 35 años, de distintos niveles socioeconómicos y situaciones laborales, que habían sufrido violencia sexual −entendida como delitos de abuso o agresión sexual tipificados en el Código Penal español13− en algún momento de su vida.

Las participantes se dividieron en dos grupos según la edad en que habían sufrido la violencia sexual, siendo además dicha edad la variable independiente de la investigación:

− Grupo A: 20 años o menos (≤20 años).

− Grupo B: más de 20 años (>20 años).

La edad de las participantes cuando acuden a AMUVI es con más frecuencia mayor de 20 años (72,10%), lo que se debe a que el programa de AMUVI está destinado a mujeres mayores de 16 años6.

Materiales (instrumentos)

Se utilizó una entrevista semiestructurada de elaboración propia. A través de la entrevista se recababan los datos sociodemográficos, los aspectos principales de la agresión, la relación víctima-agresor, el apoyo social o familiar, así como todos aquellos datos necesarios para cumplimentar el protocolo de variables de la presente investigación. Para una mejor sistematización del análisis de resultados, las variables se agruparon en dos categorías:
− Variables sociodemográficas o relativas a la víctima:

– Edad a la que acudió a la asociación.
– Nivel educativo.
– Nivel socioeconómico de la víctima en función del nivel de ingresos.
– Situación laboral.
– Lugar de residencia: rural (poblaciones de menos de 20.000 habitantes) o urbano.
– Pareja estable: con o sin pareja estable.

− Variables relativas a la violencia sexual (al agresor, a los hechos o al propio abuso):

– Frecuencia de la violencia sexual: puntual o reiterada.
– Edad en la que ocurre la violencia sexual (en violencia reiterada, edad de inicio).
– Nivel socioeconómico del agresor: bajo, medio o alto.
– Relación víctima-agresor: desconocido, poco conocido, conocido.
– Asimetría de edad entre la víctima y el agresor.
– Tipo de violencia sexual según actos cometidos: con penetración anal, con penetración vaginal, con penetración oral, con varias formas de penetración o tocamientos sin penetración.
– Presencia de otros actos agresivos.
– Tiempo transcurrido desde la violencia sexual hasta el momento de la aplicación de la entrevista (en el caso de las víctimas reiteradas, desde la última agresión).
– Duración de la violencia sexual si es reiterada.
– Medio en el que se desarrolla la violencia sexual: rural y urbano.
– Estrategias del agresor: mecanismos que el agresor/abusador pone en marcha para acceder a su víctima, y/o conseguir la posible aceptación y silencio. Cuando son varias estrategias, como sucede en los abusos sexuales reiterados, se considera la de mayor entidad: engaño y/o seducción, prevalencia o poder, y violencia y/o intimidación (estrategia de mayor entidad).
– Asistencia institucional recibida: apoyo por parte de alguna institución pública.
– Apoyo familiar recibido: apoyo por parte de diversos miembros de la familia.
– Consecuencias físicas de la violencia sexual: no existen o son muy leves (lesiones que no precisan asistencia facultativa, o en todo caso precisan solo de una primera cura), no graves (lesiones de mayor gravedad clínica y repercusión forense) y graves (cuando la entidad clínica de la lesión exige tratamiento médico de reposo, escayola, intervenciones quirúrgicas, etc., o bien deja secuelas deformativas o funcionales).

La entrevista, al estar en proceso de validación, no tiene en el momento valores relevantes de fiabilidad y validez, dado que es de creación propia diseñada ex profeso para la presente  investigación. Por otra parte, se contrastó la información con los expedientes psicológicos y jurídicos relativos a los casos.

Procedimiento

Una vez que la víctima acudía a los servicios de AMUVI, y tras la primera atención por parte del servicio, si la usuaria cumplía los criterios de inclusión como participante en el estudio se le informaba del objeto de la investigación y se solicitaba su consentimiento. Inicialmente se seleccionaron 76 participantes, de las cuales 15 no se incluyeron en el estudio definitivo debido a los criterios de exclusión definidos con anterioridad. Una vez obtenido el consentimiento informado por escrito, se procedía a la recogida de datos relativos a la agresión a través de la entrevista semiestructurada que incluía las variables reflejadas en el apartado de materiales, y que se llevaba a cabo por la psicóloga del centro y/o la médica forense, en una sesión de 1 hora de duración. Por último, se revisaron los diferentes datos recogidos en los expedientes correspondientes.

Diseño

El análisis de los 61 casos de violencia sexual constituye un estudio analítico observacional de cohorte retrospectivo, al realizarse una entrevista directa en la que se recogían datos del pasado de las participantes.

Análisis de datos

El estudio estadístico se realizó con el paquete SPSS Statistics 23 para Windows. Tras la depuración inicial de los datos, todas las variables cualitativas se describieron con tablas de frecuencias y porcentajes. Estas medidas se determinaron para la muestra completa y para los grupos independientes de mujeres definidos en función de la edad. Para analizar las relaciones entre variables cualitativas se realizaron tablas de contingencia y se utilizó la prueba de ji al cuadrado.

Por otro lado, no se necesitó tratar estadísticamente los valores perdidos puesto que la entrevista se aplicaba en el momento en que la participante aceptaba contestarla. Asimismo, no hubo mortalidad experimental por la misma razón. En cuanto a las variables extrañas, al tratarse de una metodología selectiva de encuestas no se realizaron técnicas de control, pues el estudio, al no ser de carácter experimental, no trata en ningún caso de establecer relaciones de causa efecto. Al tratarse, por tanto, de una serie de variables predictoras (no causales), no resultó imprescindible aplicar técnicas de control de variables extrañas.

Resultados

En la Tabla 1 se muestran las características sociodemográficas de las mujeres de nuestro estudio en función de cuándo sufrieron la violencia sexual, y se resalta la comparación estadísticamente significativa entre la edad a la que sufrieron la violencia sexual y la edad a la que acudieron a AMUVI a pedir ayuda. No existieron diferencias significativas en ninguna de las otras variables de este grupo en función de la edad a la que se había sufrido la violencia sexual.

Tabla 1. Variables sociodemográficas según la edad a la que se sufre violencia sexual (≤20 años/>20 años).

En la Tabla 2 se presentan las variables relacionadas con la violencia sexual, señalando especialmente las estadísticamente significativas.

Tabla 2. Variables de la violencia sexual según la edad a la que se sufre violencia sexual (≤20 años/>20 años)

En cuanto a la frecuencia de violencia sexual, se observa que existen diferencias significativas en la violencia de tipo reiterado, siendo esta mucho más frecuente en las mujeres que habían sufrido agresión sexual a los 20 años o antes de esta edad (69,8%) con respecto a las que la habían sufrido después de los 20 años (5,6%).

Por otra parte, parece que el mayor nivel socioeconómico del agresor se relaciona con la mayor edad de la víctima, siendo además más frecuente una relación de desconocimiento o poco conocimiento entre la víctima y el agresor en el grupo de mayor edad, y siendo mayoritariamente los abusadores miembros de la propia familia o personas convivientes cuando la víctima era más joven. Asimismo, la diferencia de edad es de 5 años o menos cuando la víctima era mayor de 20 años (72,2% frente al 20,9% de las mujeres de 20 años o menos), y habitualmente de más de 12 años en el grupo de menor edad (60,5% frente a 22,2%).

Con respecto al tipo de actos cometidos y la presencia de otros actos agresivos, no existieron diferencias significativas entre los grupos de edad, por lo que no existe una tendencia en cuanto a la edad en este tipo de hechos.

Al analizar el tiempo transcurrido desde la última violencia sexual, se percibe que la prevalencia de un tiempo inferior a 6 meses transcurrido desde la última agresión es un 37% mayor en las mujeres agredidas sexualmente mayores de 20 años, respecto a las que tenían 20 años o menos, mientras que en este grupo, respecto al primero, era más frecuente que la agresión se hubiera producido hacía 6 meses o más.

En cuanto a las estrategias del agresor, se ha corroborado que estas presentan una relación con la edad en la que la mujer sufrió la agresión sexual. Esto se debe principalmente a las diferencias detectadas en el engaño y/o la seducción y en la violencia y/o la intimidación, siendo los primeros un 40% más frecuentes en las mujeres víctimas a los 20 años o menos y estando la violencia y/o la intimidación un 46% más presente en las mujeres abusadas de mayor edad.

Con respecto al apoyo familiar, se percibe como inadecuado o inexistente con más probabilidad en las mujeres que fueron víctimas a los 20 años o menos, motivado en parte por el  desconocimiento familiar en un buen número de los casos.

El porcentaje de consecuencias físicas moderadas tras la violencia es un 42% más elevado en las mujeres agredidas después de los 20 años, con respecto a las menores. En cambio, la prevalencia de las secuelas muy leves es un 40% más alta en las mujeres agredidas a los 20 años o antes, con respecto al grupo de mujeres agredidas posteriormente.

Otras variables, como la duración de la violencia sexual cuando esta fue reiterada, el medio en que se desarrolló la violencia sexual y la presencia de asistencia institucional no mostraron diferencias significativas con respecto a la edad de la víctima en el momento de la agresión sexual.

Tras este análisis previo pueden establecerse de manera univariante los siguientes perfiles para las mujeres victimizadas sexualmente según los grupos de edad en que ocurrieron los hechos, y que aparecen en las Tablas 3 y 4, siendo el dato más relevante la presencia mayoritaria de violencia puntual en las mujeres mayores de 20 años (94,4%) y la violencia reiterada en las menores de esa edad (69,8%).

Tabla 3. Perfil de la mujer victimizada con 20 años o menos.
Tabla 4. Perfil de la mujer victimizada con más de 20 años.

Discusión

La división de la muestra en dos grupos en función de la edad no respeta la edad legal de 18 años en que se llega a la adultez, debido a que si se hubiera hecho así habría una importante  desproporción entre los dos subgrupos, porque a AMUVI acuden mujeres que ya han cumplido 16 años de edad. Esta misma división en función de la edad (20 años) ha sido llevada a
cabo en un reciente estudio brasileño14, siguiendo las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud para delimitar los crímenes cometidos contra las adolescentes.

Con respecto a los resultados obtenidos, se observa que la violencia sexual se da en todos los niveles socioeconómicos de las víctimas, si bien, de acuerdo con Rincón, Cova, Bustos, Aedo y Valdivia15, en mujeres de estratos más altos es menos conocida o no suelen hacer uso tan frecuentemente de los servicios públicos. En este sentido, un reciente estudio longitudinal con una muestra de más de 1.000 mujeres confirma que el nivel socioeconómico familiar no es un buen predictor de la posibilidad de sufrir abuso sexual16.

La mayor prevalencia de participantes que viven en núcleos urbanos contrasta con estudios realizados en otros años que mostraron que prácticamente el 50% de las víctimas procedía de zonas rurales17. Consideramos que en esta investigación las cifras se deben al hecho de que la sede de AMUVI se encuentra en la capital de la provincia de Sevilla, lo que dificulta el acceso de algunas mujeres víctimas de violencia residentes en núcleos rurales más alejados. Pero, por otro lado, provenir de áreas urbanas puede ser una variable predictora para ser abusado físicamente y sexualmente, según otros autores18.

El acto sexual que con más frecuencia encontramos es la penetración (destacando la vaginal), de forma similar al estudio de Pereda5, por lo que habrá que tener en consideración que esta forma de victimización, siendo la más agresiva, es la que más secuelas psicológicas deja en la víctima, como ha confirmado un reciente metaanálisis19. Estos datos difieren de lo establecido por el Instituto de la Mujer20 en Andalucía, o en el reciente estudio de Negriff, Schneiderman, Smith, Schreyer y Trickett7 en una muestra más joven, en los que aparecen que la mayor frecuencia de agresiones se produce en actos sexuales sin penetración. En otro estudio ya citado14 encontraron que la ausencia de penetración se quintuplicaba en la muestra de menores de 20 años cuando se comparaban con las mayores de esa edad. También se da una proporción importante (37,7%) de mujeres que sufrieron tocamientos sin penetración, en la misma línea que en otros estudios anteriores17.

Es importante destacar que los resultados obtenidos chocan con mitos y estereotipos, como los descritos por otros autores4,17. Así, frente al mito del agresor desconocido, en este estudio es claramente superior la violencia sexual perpetrada por familiares o conocidos de la víctima (80%). También es contrario al estereotipo de que la violencia sexual conlleva gran violencia física21, ya que en la mitad de nuestros casos no existe tal violencia, porque el agresor doblega a su víctima mediante engaño, seducción y prevalencia de poder. Aunque en nuestro estudio sea menos
frecuente que existan otros actos agresivos, no por ello son menos dramáticos (39,3% de la muestra), especialmente cuando revisten consecuencias graves (13,1% de la muestra). Recientemente, French, Bi, Latimore, Klemp y Butler22, en una muestra de jóvenes que habían sido objeto de violencia sexual con distintos componentes, comprobaron que aquellos/as que sufrieron polivictimización (que incluía, entre otras formas de sometimiento, el uso de la fuerza física y la violencia) informaban de más consecuencias psicológicas en comparación con los que no
sufrieron esa violencia excesiva (menor autoestima, mayor estrés psicológico y una mayor frecuencia de comportamientos sexuales de riesgo). En el mismo sentido, en un amplio estudio longitudinal, entre las consecuencias más frecuentes tras una violación, se citan tanto los síntomas de trastorno por estrés postraumático como el beber compulsivo23.

Con las relaciones significativas halladas, se pueden establecer de forma univariante unos perfiles de victimización, compuestos por los diferentes elementos que caracterizan la violencia sexual. Encontramos claras coincidencias entre la victimización antes de los 20 años y la violencia reiterada, y la ocurrida después de los 20 años y los procesos de violencia puntual. Estos resultados coinciden con Echeburúa24, pero no con los estudios de prevalencia de López4,25, que muestran un mayor porcentaje en la frecuencia de “una sola vez”. No obstante, los estudios no son comparables puesto que la metodología es diferente.

Los resultados de inferencia entre la frecuencia de violencia sexual y la edad de victimización muestran de nuevo las coincidencias entre los perfiles reseñados, así como el hecho de que los elementos de la violencia sexual se encuentran relacionados unos con otros, siendo muy difícil aislar uno solo. De acuerdo con algunos autores8,26, los diferentes elementos que componen el abuso sexual a menores (estrategias del agresor, actos, conductas sexuales, consecuencias, etc.), se entremezclan, condicionándose entre sí.

En los casos de menores de 20 años, la relación agresor-víctima más prevalente es de convivientes o familiares, con una diferencia de edad de más de 12 años; concuerda con la violencia reiterada y orienta a que el perpetrador sea el padre de familia/compañero de la madre, como refieren algunos autores27. En esta misma línea, en un 16% de los casos de violencia reiterada, los abusadores tienen menos de 5 años de diferencia con la víctima. En nuestra casuística, estos casos corresponden a hermanos o primos. Resulta duro señalar que la mayor vulnerabilidad de las menores se encuentra en su entorno cercano y en su propia familia, pero en este dato hay acuerdo mayoritario de diferentes autores4,5,15,27,28.

Los agresores desconocidos o poco conocidos por la víctima menor de 20 años son menos frecuentes, y nunca, lógicamente, en violencia reiterada; son de significativa prevalencia en los casos puntuales.

En la victimización después de los 20 años sucede al contrario: la mayor prevalencia de la relación agresorvíctima aparece en desconocidos o poco conocidos, con una asimetría de edad de menos de 5 años, lo que coincide con la violencia puntual. También se encuentra en este grupo una mayor frecuencia de situaciones de violencia llevadas a cabo por iguales o personas más cercanas en edad a la víctima, como pueden ser las que suceden en el ámbito de citas amistosas o la violación de fin de semana17.

Las estrategias que el agresor pone en juego para acceder a la víctima también presentan una relación significativa con la edad en la que se sufre la violencia sexual. En la victimización de menores de 20 años, el engaño y la seducción muestran mayor prevalencia que en las mayores de 20 años, en las que son más frecuentes la violencia y la intimidación. Si extrapolamos las estrategias a los delitos de abuso y agresión13 observamos que coinciden estos datos con los de menores y mayores, respectivamente, reseñados en las memorias de AMUVI6. Asimismo, coinciden con la mayoría de los estudiosos del abuso a menores, que consideran como estrategia más habitual el engaño, la seducción, la coacción y otros métodos que no requieren violencia física29. Este resultado es una consecuencia directa de la transversalidad de la presente investigación, que no ha permitido observar las diferentes estrategias a lo largo de años que el perpetrador pone en juego, y que incluyen el engaño, la seducción, la violencia y la intimidación −entre otras−, secuenciadas o mezcladas entre sí8,17,26.

El apoyo familiar es menor en las mujeres victimizadas con menos de 20 años que en las mayores de esa edad. Abundando en esto, el apoyo inadecuado o inexistente percibido por las mujeres violadas o abusadas antes de los 20 años es un 30% más elevado que el percibido como tal en las mayores de esa edad. En esta falta de apoyo se incluye el desconocimiento de la familia de lo que está sucediendo. Los resultados conducen a reflexionar sobre que las menores poseen menos credibilidad que las adultas y ocultan más los hechos. En este sentido, según los postulados de Finkelhor30 acerca de la victimología evolutiva, podemos afirmar que, si bien a medida que las niñas crecen tienen más posibilidad de sufrir ataques sexuales, cuando son más pequeñas tienen menos credibilidad, lo que las coloca en una posición más vulnerable.

Hemos encontrado diferencias descriptivas en el tipo de actos cometidos. Mientras que la penetración vaginal o anal se observan en la misma proporción en mujeres victimizadas antes y después de los 20 años, la penetración oral y las diversas formas de penetración presentan un porcentaje mayor en las menores respecto a las mayores.

También encontramos diferencias en el estudio descriptivo en la asistencia institucional a las víctimas, pues la inadecuación o falta de asistencia ocurre con más frecuencia en la victimización de menores de 20 años. Posiblemente este hecho esté relacionado con factores tales como la falta de conocimiento por parte de las menores de 20 años de sus derechos y posibilidades de denuncia, así como la ignorancia acerca del carácter sexual de determinadas conductas de abuso llevadas a cabo en el ámbito intrafamiliar. Asimismo, en la violencia puntual (que coincide con los resultados de la victimización en mayores de 20 años) hay mayor prevalencia de lesiones, lo cual, al requerir atención sanitaria, hace que los hechos salgan a la luz más fácilmente y así se reciba mayor apoyo institucional.

Por todo ello, la violencia reiterada más frecuente en el grupo de menor edad, realizada más habitualmente por familiares o convivientes, y la falta de apoyo familiar (en ocasiones por el desconocimiento de la situación de abuso), encaja con un modelo de abuso sexual infanto-juvenil (intrafamiliar, reiterado y basado en las relaciones de poder) con respecto al extrafamiliar, realizado habitualmente por agresores desconocidos a mujeres de mayor edad en el marco de una situación muy agresiva que se produce habitualmente en una sola ocasión. Sin embargo, hay que tener en cuenta que las mujeres que sufren violencia por parte de agresores desconocidos son más propensas a sufrir violencia por familiares31.

Entre las limitaciones encontradas para realizar este estudio y establecer conclusiones, destacamos el pequeño tamaño muestral, lo que hace que la validez externa de este estudio sea limitada, y por tanto se dificulta la generalización de los resultados. Esto es comprensible al ser un estudio preliminar, por lo que sería conveniente aumentar el tamaño muestral y así poder estandarizar y obtener los datos de fiabilidad y validez de los que carece actualmente la entrevista aplicada. Asimismo, otra limitación es la diferencia del tamaño de los subgrupos de edad, si bien esta circunstancia viene determinada por la naturaleza del abuso sexual y la mayor prevalencia del abuso sexual infantil. Las principales aportaciones de esta investigación consideramos que son el establecimiento de perfiles de victimización en función de la edad, de utilidad tanto para ampliar este trabajo como para comparar sus resultados con otros.

Como resumen de dichos perfiles, se puede señalar que las mujeres que sufrieron la violencia sexual con edad igual o inferior a los 20 años han sufrido habitualmente violencia reiterada, perpetrada por agresor conviviente o familiar, que tiene una diferencia de edad de más de 12 años con la víctima, y utiliza el engaño y la seducción para acceder a esta. Asimismo, no existen consecuencias físicas o son muy leves, y el apoyo familiar es inadecuado o inexistente. En el caso de las mujeres que sufrieron la violencia sexual teniendo más de 20 años, el perfil de la victimización se corresponde con la violencia puntual, perpetrada por agresor desconocido o poco conocido para la víctima, que tiene una diferencia de edad de menos de 5 años con esta, y utiliza la violencia y/o la intimidación para consumar los hechos; las consecuencias físicas son moderadas o más graves para la víctima en este caso, y el apoyo familiar que esta recibe es adecuado.

Conclusiones

En conclusión, los resultados en mujeres víctimas menores de 20 años evidencian el grave problema del abuso sexual contra menores en relación con el de mujeres adultas, orientan hacia pautas de detección en servicios médicos y ayudan a clarificar las complejas peritaciones en esta materia, así como a diseñar programas de prevención más adecuados en función de la edad de las posibles víctimas.

Agradecimientos

Queremos expresar nuestro más sincero agradecimiento al Instituto Andaluz de la Mujer y a la Asociación AMUVI, por su apoyo inestimable. Sin su colaboración, este trabajo no habría sido posible.

CONFLICTO DE INTERESES

Los autores declaran no tener ningún conflicto de intereses.

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Correspondencia:
José Francisco Lozano Oyola.
E-mail: flozano@us.es